Edurne Uriarte
Lo he contado alguna vez. Unas feministas ortodoxas me echaron una bronca hace años porque, a lo largo de mi intervención en una mesa redonda, no paré de hablar de las mujeres que trabajan y de las amas de casa, como si se tratara de dos grupos diferentes. Y no se me olvida la bronca porque las ortodoxas en cuestión tenían razón.
Mi uso de los conceptos fue perverso. Sin esa intención, por supuesto, pero el caso es que lo fue, puesto que involuntariamente di a entender que sólo trabajan aquellas mujeres que lo hacen a cambio de una remuneración salarial y que lo que hacen las amas de casa no es trabajo.
Y si lo mío fue una mala utilización del lenguaje, el problema es que lo de otros ha sido durante mucho tiempo un perfecto ninguneo, olvido y hasta desprecio del trabajo de las amas de casa. De ahí que entienda y aprecie la buena intención de la vicepresidenta del Gobierno con su iniciativa de los diplomas para las amas de casa. Pretende dignificar el trabajo de las amas de casa y, además, quiere darles una salida profesional en los puestos de trabajo que se van a crear con la ley de dependencia y la educación infantil de cero a tres años.
Otra cosa es el método que me parece equivocado. Porque las diplomaturas, o las licenciaturas, o cualquier otro título académico, no certifican experiencias; certifican estudios, conocimientos y especialización. Se obtienen tras la realización de unos estudios reglados. En otras palabras, que el Gobierno empieza la casa por el tejado, por el diploma. Sin un diseño previo de un plan de formación que acabe en ese diploma y sin un análisis de su viabilidad.
Si se trataba de encontrar una vía urgente para dar una salida profesional a las amas de casa en los nuevos puestos de trabajo, había una manera más sencilla de lograrlo: la exigencia prioritaria de la experiencia de ama de casa para esos trabajos. Y si se trata de regular el trabajo dentro del hogar, una posible tentación de este proyecto, también me parece equivocado. Como lo es la idea de los salarios para las amas de casa. Una cosa es acabar con el desdén social hacia el trabajo de la casa y otra que el Estado meta sus narices en los acuerdos privados de las parejas. Que deben seguir siendo eso, privados.
P. D.: CEACCU, la Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, se ha mostrado escéptica frente a esta iniciativa puesto que, protesta, nadie se ha puesto en contacto con los representantes de este colectivo para consultarles sobre el contenido del decreto.
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