Laura ante la cámara

 

Carme Chaparro

Laura ante la cámara

Autor: TESA

En la fotografía, Laura tan sólo lleva un minúsculo biquini rosa, una espesa capa de maquillaje y una inmensa raya negra de köl marcándole los ojos. Contorsiona el cuerpo imitando torpemente el gesto de una modelo, los labios exageradamente oblicuos en una mueca que quiere ser seductora pero que la torpeza acerca más al asco. Las clavículas le asoman bajo la piel, y repartidos por su cara, algunos granos revelan que está en pleno estallido hormonal y delatan la edad que el gesto no muestra.

Laura ha colgado su foto en una página web para que otros adolescentes voten por su cuerpo. Como cualquier adolescente, necesita que la admiren. Y que le digan que está guapa.
Quizá Laura sea una de las 250 víctimas del ciberacosador de Cádiz que ha sido detenido hace unos días. Las descubría en páginas como en las que Laura se exhibe. Gracias a una mezcla de virus informáticos y buena fe de sus víctimas, conseguía imágenes comprometidas de ellas. Así podía chantajearlas: “O te tocas delante de la cámara o le mando tu foto a todos tus contactos”. O algo peor. Les exige que se plieguen a sus deseos sexuales, les impone un cupo semanal de fotos y videos en los que tienen que hacer lo que les pide.
Cuenta la Policía que, en muchos de los videos intervenidos, las adolescentes lloran antes de quitarse la ropa. Algunas aguantan durante años el acoso, por miedo a contárselo a sus padres. Eso puede estar sucediéndole a su hija. Quizá ahora mismo, mientras usted está leyendo esta página.
Existen antivirus con filtros para menores. Programas que detectan cuando en un chat alguien escribe “¿Estás sola? ¿Me das tu teléfono? ¿Dónde está tu casa? ¿Nos vemos?”, y mandan automáticamente un mensaje al teléfono móvil de los padres. Otros, más sofisticados, leen entre líneas las conversaciones que mantienen los adolescentes y bloquean los perfiles de adultos que se hacen pasar por jóvenes. Pero nada de eso puede suplir a la educación, al diálogo entre padres e hijos.
Los menores conocen el funcionamiento de internet, y están informados de los riesgos a los que se enfrentan, pero muchas veces no son capaces de calcular las consecuencias de sus actos. Como también van en moto sin ponerse el casco, o mantienen relaciones sexuales sin protección.

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