
Toda mujer por el simple hecho de serlo, ha sufrido violencia de género alguna vez en su vida: acoso verbal, alusiones a nuestra indumentaria o aspecto físico, miradas no deseadas, piropos ofensivos, contacto físico imprevisto y una serie de situaciones en las que nos sentimos agredidas sexualmente, muchas veces en nombre de la, por nadie solicitada, "galantería" de decirnos algo bonito. La medida de estos hechos se encuentra en la propia integridad física/psíquica y el respeto y no se debe consentir siempre y cuando nos moleste.
En el entorno de la pareja, la violencia de género tiene un carácter totalmente estructural, comienza con un conjunto de conductas y situaciones de desigualdad y discriminación que aparecen como formas de trato cotidiano y normalizado hacia la mujer. Dichas presiones y abusos ejercidos reiteradamente conducen a una pérdida de la autonomía personal de las mujeres, a veces son tan sutiles que pasan inadvertidos y además son muy efectivos porque la sociedad los considera normales.
“Micromachismos”: este término incluye una serie de maniobras cuyo objetivo es resistirse al aumento de poder de la mujer, a la igualdad. Con el paso del tiempo llega a ser el canal principal en que la pareja en desigualdad se relaciona:
- Anular, no tener en cuenta y no apoyar las decisiones de la mujer.
- Chantaje emociona (provocar pena, culpar a la mujer por no estar presente cuando “la necesita tanto”…etc)
- Control y dominio, celos.
- Desvalorizar, descalificar intelectual o físicamente.
- Cortar la palabra.
- Actuar de forma paternalista, haciéndolo todo por “el bien de la mujer”.
- Aislamiento social, invadir sus espacios, amistades y actividades.
- Castigar con la falta de comunicación y respuestas.
Debido a la interiorización por parte de ambos miembros de la pareja del rol de identidad masculina tradicional, la mujer puede sentir que el control de su pareja sobre ella y la manifestación de celos es fruto del amor.
En esta dinámica, la mujer se encuentra reforzada en autoestima y autovaloración pues está realizando el modelo de mujer erróneo que aprendió como valioso.
Las desigualdades entre hombres y mujeres no benefician a nadie pues mantienen una situación injusta que frena el desarrollo de la sociedad. Hay que modificar estos patrones de comportamiento y de relaciones de género para conseguir las mismas oportunidades y derechos sin negar las diferencias que existen entre ambos sexos.
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